ANORGASMIA FEMENINA Y TERAPIA SEXUAL
El cine y la literatura han creado falsos mitos sexuales que han resultado muy negativos, ya que crean una serie de expectativas apoteósicas y maravillosas respecto al sexo que en muchos casos conducen a la frustración e insatisfacción sexual.
La creencia del orgasmo perfecto y simultáneo con la pareja, algo inolvidable capaz de provocar casi un terremoto en nuestra habitación, provoca conflictos personales y de pareja, culpabilizándose mutuamente de la insatisfacción sexual del otro.
No nos damos cuenta de que los principales responsables de nuestra satisfacción sexual somos nosotros mismos y que solo conociendo nuestro propio cuerpo y respuesta sexual seremos capaces de alcanzar una vida sexual plena.
La singularidad es la característica principal de un orgasmo: Cada uno es único e irrepetible y la forma de vivirlo es personal e intransferible.
La respuesta sexual femenina consta de cuatro etapas:
– Fase de excitación.
– Fase de meseta.
– Orgasmo.
– Resolución.
La mayor parte de las mujeres que acuden al sexólogo lo hacen por problemas para conseguir el orgasmo. En muy pocas ocasiones existe algún problema físico o anatómico que pueda influir en una menor o nula respuesta orgásmica femenina. Algunas de ellas son: Adherencias clitoriales, debilidad de los músculos pubocoxígeos, esclerosis múltiple, neuropatías alcohólicas, diabetes, lesiones traumáticas que afecten a la médula espinal, deficiencias en la glándula tiroides, enfermedades hepáticas o renales, así como el uso de medicamentos (sedantes, antidepresivos, ansiolíticos…).
La disfunción orgásmica es debido en la mayor parte de los casos a la incapacidad para relajarse de manera natural durante la fase de estimulación y excitación sexual. Esta incapacidad es debida a una deficiente educación sexual, falta de información, prejuicios e inhibiciones culturales, traumas sexuales, experiencias negativas anteriores y falta de comunicación con la pareja.
El trastorno del orgasmo se produce debido a una ansiedad adquirida que impide el funcionamiento normal del reflejo orgásmico. Esta ansiedad puede ser:
– Situacional: Asociada al miedo a la intimidad con otra persona.
– Crónica: Debido a altos niveles de estrés acumulado.
– Secundaria al miedo al fracaso sexual o no estar a la altura de las expectativas.
– Debido a motivos culturales o religiosos: se da en colectivos y sociedades donde se considera a la mujer como una mero objeto sexual masculino cuya única finalidad es dar placer al hombre, jamás a ella misma.
La disfunción orgásmica puede clasificarse en dos tipos:
– Disfunción secundaria o situacional: La muer pude sentir el orgasmo en algunas situaciones y en otras no, sobre todo cuando está sola, sin presiones.
– Disfunción primaria o anorgasmia: La mujer nunca ha experimentado el orgamos, ni con coito, ni con autoestimulación, ni con estimulación manual o bucal por su pareja.
El tradicional rol femenino pasivo, superado afortunadamente en nuestra sociedad occidental en gran parte, ejerce una influencia negativa en las mujeres y , también, en los hombres. Los jóvenes siguen considerando importante que su pareja sea virgen, fiel y les asusta que sea la mujer la que tenga la iniciativa o sea más activa sexualmente que ellos.
Así pues, el primer paso, en la terapia sexual será el cambio cognitivo, eliminar aquellos esquemas mentales perjudiciales que impiden una sexualidad natural y espontánea, donde la mujer se autorresponsabilice de su comportamiento sexual y de su propio placer.
En segundo lugar es necesario dar toda la información sexual posible. No hay que dar nada por hecho ni por sabido. Es sorprendente el desconocimiento que la mujer puede llegar a tener sobre su propio cuerpo. Aprender a explorarlo y conocerlo es fundamental, ya que no podemos pedirle a nuestra pareja que nos proporcione placer si somos nosotras mismas quienes desconocemos qué nos da ese placer.
La participación de la pareja, si la hay, es aconsejable y conveniente en una segunda fase, ya que proporciona un apoyo que resulta motivador y que ayuda a mejorar no solo la relación sexual sino la relación de pareja en su totalidad.
Trabajar la comunicación entre la pareja es un elemento fundamental. Hay que aprender a hablar de sexo con naturalidad y confianza, sin reproches ni culpabilizándose.
El terapeuta debe ser empático y amable, nunca debe juzgar ni imponer sus valores, sino respetar los límites de la mujer, creando un ambiente de confianza y relajado.
Obviamente, los ejercicios se realizarán siempre en la intimidad del hogar y en terapia se analizarán los avances, dificultades encontradas y las dudas que la paciente nos transmita.
El elevado número de éxitos en este tipo de terapias, aconseja sus tratamiento, ya que una disfunción sexual puede acabar afectando nuestra vida personal y de pareja muy seriamente.